La Jugada Maestra en Lavacolla: Cómo Dejé de Temerle al Parking del Aeropuerto

Como vigués, cada vez que un viaje me obliga a volar desde el aeropuerto de Santiago-Rosalía de Castro, se me plantea el mismo dilema: ¿qué hago con el coche? Durante años, he alternado entre pagar las tarifas casi prohibitivas del parking oficial, sintiendo cómo cada día de estancia se clavaba como un puñal en mi presupuesto de vacaciones, o la opción de «abusar» de la generosidad de algún amigo compostelano. Sin embargo, para mi último viaje de una semana, decidí explorar esa tercera vía que siempre había mirado con recelo: los parkings baratos de los alrededores.

He de admitir que el escepticismo era mi copiloto. Me imaginaba un descampado mal iluminado a kilómetros de la terminal y una espera interminable para un minibús destartalado. Pero la necesidad aprieta, y con una rápida búsqueda online encontré varias opciones con precios que eran, literalmente, menos de la mitad de lo que estaba acostumbrado a pagar. Reservé en parking barato aeropuerto Santiago de Compostela que tenía buenas opiniones, completando el proceso en menos de cinco minutos y recibiendo al instante un correo con instrucciones clarísimas y un número de teléfono.

El día del vuelo llegué a la zona de Lavacolla siguiendo el mapa y me sorprendió la facilidad. Apenas a dos minutos de la autovía, encontré unas instalaciones perfectamente señalizadas y asfaltadas. Un empleado muy amable me dio la bienvenida, comprobó mi reserva y me indicó dónde dejar el coche. No había terminado de sacar las maletas del maletero cuando ya tenía la furgoneta de cortesía esperando a mi lado. El trayecto hasta la puerta de salidas del aeropuerto no duró ni cinco minutos. Me bajé del minibús sintiendo que la jugada, de momento, estaba saliendo redonda.

A mi regreso, la experiencia fue igual de eficiente. Mientras esperaba por mi maleta en la cinta, realicé la llamada que me habían indicado. Al salir a la zona de llegadas, el mismo minibús ya me estaba esperando en el punto de encuentro. De nuevo, un trayecto de cinco minutos y llegué a mi coche, que estaba listo y esperando.

La sensación fue la de haber descubierto un truco de viajero experto. No solo me había ahorrado una cantidad de dinero más que considerable, sino que el servicio había sido impecable, rápido y, sobre todo, me había quitado de encima una de las mayores fuentes de estrés logístico y económico al planificar un vuelo desde Santiago. Desde ahora, tengo claro que el primer paso para mis viajes desde Lavacolla será siempre reservar mi plaza en uno de estos parkings. La tranquilidad, y el ahorro, no tienen precio.