Durante mucho tiempo, poseer tierras era sinónimo de riqueza en Galicia. Incluso cuando eran tierras que no valían para construir ya que la agricultura y la ganadería eran las actividades económicas más importantes. Muchas familias se hacían con terrenos gracias a herencias pero, con el paso del tiempo, dejaron de trabajarlos. Al menos aquellos que resultaban más complicados como los montes. Incluso muchos de estos montes eran lugares de árboles ya en origen.
Estos montes se consideraban, en muchos casos, de poco valor e incluso no se registraban correctamente. En ocasiones, moría el padre y la propiedad del monte pasaba a los hijos y luego a los nietos sin que estos tuvieran claro siquiera en dónde quedaban estas tierras.
Pero cuando las empresas de madera comenzaron a llegar a Galicia, las cosas cambiaron. El precio madera en Galicia ha variado mucho a lo largo del tiempo, pero siempre compensa cobrar por la madera de los árboles de un monte que, en ocasiones, ni siquiera se sabía que se tenía. Esto hizo que muchos se pusieran las pilas y comenzaran a hacer averiguaciones con padres o abuelos para saber en dónde estaban los montes de la familia y quienes eran los propietarios de los mismos, de cara a poder vender la madera y replantar para vender de nuevo más adelante.
También las instituciones públicas tuvieron que realizar un esfuerzo para saber quienes eran los propietarios de montes que, en ocasiones, arden por no haberse limpiado correctamente ya que se propietario de este tipo de espacios no solo tiene ventajas económicas, también conlleva obligaciones.
Durante años, se realizaron trabajos importantes de catastro con empleados que iban a los diferentes pueblos y durante meses e incluso años, realizaban un inventario de todos los montes y parcelas que allí había, con los datos de los propietarios. Una labor de investigación que, para algunos, fue toda una sorpresa al descubrir que eran propietarios de terrenos por los que podían obtener un dinero.
En otros casos, estos montes fueron expropiados para realizar carreteras o fueron adquiridos para campos eólicos, por lo que acabaron con un dinero con el que no contaban. Una herencia inesperada pero muy bien recibida por muchas familias que, en algunos casos, ya no tenían siquiera vínculos con el pueblo de sus padres o de sus abuelos y que desconocían que tuvieran tierras en herencia en la zona.